LA DANZA

LA DANZA

jueves, 20 de mayo de 2010

LA SANTIDAD DE UN DANZOR

Como conformamos parte de un ministerio (de alabanza) es importante aclarar que: Dios es el que llama, el Hijo el que redime y el Espíritu el que santifica. La palabra dice sed santos (I Pedro 1:15-16). Como adoradores de Dios, lo primero de debemos poseer es un traje de ministración, no me refiero a un vestido que debemos usar, si no a una cobertura que es la que el pueblo de Dios debe ver y que es la que debe ministrarles (servirles), un traje de santidad. La palabra de Dios muestra la santidad de varias formas: en los idiomas bíblicos originales las palabras "santificar" y "santo" tienen el significado básico de separado para Dios. Cuando la santificación es de personas (lo que afirma que los objetos, en nuestro caso instrumentos o armas de ministración, deben ser santificados) hay implícito un doble significado: que los creyentes son eternamente separados para Dios por la redención de Cristo (He 10:10) así que los creyentes son santos desde el momento en el que creen. Y en cuanto a sus experiencias los creyentes están siendo santificados por la obra del Espíritu Santo y a través de la voz de Dios (la Biblia) (Jn. 17:17; 2 Co. 3:18; 1 Ts. 23-24).


Es importante recordar que hemos sido elegidos por determinación de Dios, a estar en el ministerio de danza (Dt. 21:5; Dt. 7:6) y para realizar una tarea especifica (2 Ts. 2:13). Esta elección y esta santificación que Dios quiere con los que le creen, es para obediencia del evangelio de Cristo, cosa que no es una opción, puesto que ese es el fin y el propósito del mismo, la santificación (Dt. 30:19). Lo que nos muestra, que como adoradores no podemos ser santos solo a la hora de ministrarle al pueblo de Dios, si no que esto es una actitud diaria y constante porque no somos adoradores solo en los servicios o danzarines solo cuando ahí una alabanza en la iglesia o en algún evento. El ser adorador es un compromiso hecho con Dios, perpetuo y conlleva a adorar a Dios en todo momento no solo con las danzas si no con nuestro estilo de Vida. Por esto tratamos el tema de la santidad, porque como ministros y sacerdocio escogido por Dios, debemos expresarnos con un estilo de vida propio de un adorador (rindiéndole alabanza y adoración al Rey, no solo con las danzas si no con cada movimiento o cosa que hagamos con nuestras vidas)


La obra de la santificación ha comenzado en cada uno de nosotros los creyentes, aun desde antes de nuestra conversión (2 Ts. 2:13), pero luego de que aceptamos a Cristo somos llamados a la obediencia del evangelio como ya lo dije anteriormente.


Ya que sabemos como la Palabra expone la santidad y cuando y como viene a nosotros, un punto muy importante de este tema es como aplicarla o como llegar a ser realmente santos. La santidad implica muchos aspectos y en nuestra vida, en realidad los abarca todos. Cuando somos santos no tenemos pecado. La santidad no es no pecar como algunos piensan: "si no peco y soy santo". Esta es una manera errada de pensar. El no pecar es una consecuencia de la santidad. Si soy santo, no tengo pecado y si no tengo pecado, me puedo acercar a Dios y el me podrá usar para la tarea de ministrar (servir) al pueblo. La santidad es una consecuencia de una serie de acciones y principios, y uno de ellos es el temor a Dios. Pero esto solamente, no me llevara a ser santo, por qué ¿Cómo puedo llegar a ser santo si no se que hacer? La respuesta es simple, alimentándonos espiritualmente con la Palabra (Dt. 8:3).


Al alimentarse de la Palabra, cada versículo, uno lo lee, lo analiza, trata de ver como aplicarlo a su vida y con fe cree que es la voz de Dios que le esta hablando para ayudarlo a llegar a la santidad, y para que a su debido tiempo, pueda soportar su gloria. Porque ese es su deseo y la finalidad de la santidad. Al ser apartados para Dios, es para estar con Él, para que podamos ver su gloria y soportarla. Y un ejemplo claro de lo que pasa cuando no tenemos el nivel de santidad que Dios nos demanda, lo vemos en Éx. 20:18-19. Dios quiere que anhelemos poder habitar en su gloria y que podamos vivirla, porque antes en el antiguo testamento, vemos que su gloria se manifestaba en los templos, pero ahora nosotros somos el templo viviente del Espíritu Santo (1 Co 3:16-17; Ef 2:21-22) y ahora su gloria se ha de manifestar en nosotros, por eso el desea que le temamos, porque sin temor a Dios no hay santidad. El verdadero temor a Dios es ese sentimiento de respeto y amor, muy grande que se tiene por Él, que te lleva a no pecar y donde no ahí pecado su presencia puede habitar y manifestarse libremente. Dios desea que podamos habitar en su presencia y Él habita en medio de la alabanza de su pueblo y como adoradores debemos de llegar a su presencia con alabanza (Sal. 95:2) y debe ser esto lo que ministre al pueblo, la presencia de Dios reflejada en nosotros y todo lo que esto conlleva (el gozo, la gloria, la majestad, la santidad, y todo lo que produce la manifestación de su presencia). Y Moisés declara esto en el versículo siguiente (Ex 20-20). Porque si le tememos a Dios, anhelamos su gloria, y alejamos el pecado, pero si no le tememos, le tendremos miedo a su gloria. Si queremos temer a Dios, guardar sus mandamientos (Ec. 12:13) y que esto nos lleve a una vida de santidad, debemos saber como, y es allí donde aparece el papel, de de la palabra de Dios, ¡nuestra guía!


En medio de la santidad, el temor de Dios y ministrarle al pueblo Su presencia, se encuentra uno de los factores mas importantes de nuestra vida, no solo como adorador, si no como creyente, la fe, la cual debe ser lo suficientemente fuerte para poder soportar estas cosas de las que hemos estado hablando asta ahora. Debemos ejercitar nuestra fe muy a menudo (vivir por fe Hab. 2:4) y creer en la autoridad que Dios nos ha otorgado como adoradores (la falta de santidad trae falta de autoridad) y creer que somos capases de cumplir lo que el señor nos manda, porque este no es un ministerio común, si no uno en el que realmente se evidencia lo ilógico de Dios y lo inusual de las cosas que el señor ha preparado para que las realicemos (1 Co. 2:9) y por no poder vivir una vida creyendo en las cosas ilógicas de Dios y poniendo nuestra confianza, vergüenza y hasta el temor de hacer lo que nos mande (una vida de fe), no podremos llevar una vida de santidad.


Otro factor sumamente importante no solo para una vida de santidad, si no para el ministerio en si, es la oración. Como adoradores de Dios y como un ministerio que le alaba, la oración debe ser otro de los pilares fundamentales. Tener una estrecha relación con Dios, forma parte de nuestra vida tanto de fe como de santidad y como creyente de un evangelio de salvación. Y es mediante la oración que le podemos pedir al padre que nos ayude y nos de fuerza para poder alcanzar, comenzar y mantener una vida de santidad (Lc. 11:9-10). Y de esta misma manera es como nos revela los planes y cosas que nos tiene preparados en todos los aspectos, tanto a nivel de ministerial, como en nuestra vida diaria (recordando que nuestra vida como adorador, debe ser de completa alabanza para Él)


Y para concluir, lo importante para Dios es nuestro corazón y el anhelo que tengamos por Él y por alabar su nombre, por eso Él busca la santidad real, no el simple hecho de no pecar sin siquiera saber porque lo hago, el quiere una santidad y alabanza de corazón, porque así podremos tener una vida como Jesús, y es importante que hagamos esto porque, nosotros reflejamos a Cristo con nuestro testimonio, por eso "Si queremos que Dios se vea santo, como en realidad lo es, debemos nosotros ser santos" porque como ya les dije, nuestra labor no termina al terminar un servicio, debemos de ministrarle al pueblo en todo momento con nuestro traje de santidad siempre puesto.


Como sugerencia para este tema, se pueden realizar análisis del salmo 15 dado que tienen mucho que ver con este tema.


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